Se contrapone a la depresión porque en el duelo no hay pérdida de
autoestima, aunque es normal que se presente un estado depresivo durante el
primer año.
Se lo define como el proceso que supone
reestructurar el psiquismo ante la experiencia de pérdida. Especialmente el
proceso de adaptarse a un mundo que será totalmente diferente sin la persona
que ya no está.
William Worden (2013) propone cuatro tareas a
realizar en el proceso de duelo.
1. Aceptar la realidad de la pérdida.
2. Elaborar el dolor de
la pérdida
3. Adaptarse al mundo
sin la persona que ya no está.
4. Hallar
una conexión perdurable con quien ya no está que permita embarcarse en una vida
nueva. Es decir, no es necesario olvidar, al contrario, crecer a partir y con
esa perdida.
Es importante recalcar que el duelo es un
proceso y no un estado, por lo tanto, estas tareas exigen
un esfuerzo.
Las tareas del duelo conllevan un proceso que es propio de cada persona,
el tiempo puede ir desde semanas a dos años, más de ese tiempo se considera un
duelo complicado y depende del tipo de apego que se tenga en el momento de la pérdida
con quien ya no está.
Hay formas de evitar el duelo, a saber:
1. Viajar, no parar de moverse de un lugar a otro, buscando un poco de alivio a las emociones en vez de afrontar el dolor.
2. Algunas personas pueden
controlar el dolor, estimulando solo pensamientos agradables, protegiéndose del
malestar que le provocaría recordar.
3. Idealizar la pérdida e inconscientemente tomar aspectos de quien no está
para mantenerlo vivo en su propia personalidad.
4. Consumir drogas o alcohol
5. Sostener la pérdida a través del
pensamiento mágico.
Tarde o temprano, todo tipo de evitación del duelo se
viene abajo, casi siempre con alguna forma de depresión (John Bowlby, 1980).
Tratarlo en terapia desde un primer momento e
intentar elaborar la angustia, la ira, la culpa y la soledad no va a cambiar el
tiempo íntimo y necesario del duelo, pero si va a posibilitar una más rápida
adaptación tanto al mundo externo como al mundo interno. En tanto al mundo externo porque nunca se sabe lo que se pierde hasta que no se lo
tiene más, se puede perder un jardinero, un amante, un cocinero, un amigo, un
niñero, un interlocutor y frente a lo inevitable es necesario adaptarse y aprender a realizar roles que se van a necesitar y que se fueron con quien ya no está más. En tanto, al mundo interno se refiere a preguntarse ¿Quién soy
ahora sin él/ella?
Los psicólogos junguianos trabajan con los
arquetipos y con los complejos. El primero de los arquetipos a
trabajar en la clínica analítica es el de la máscara (o el de la persona, término también
utilizado para nombrar el mismo concepto). Carl Jung planteaba que el problema
radica en la gran cantidad de máscaras que utilizamos al mismo tiempo en el
proceso de la vida. Es decir, actuamos como personas diferentes en cada ámbito
en el que interactuamos. Usamos máscaras para cada ocasión. No utilizamos la
misma máscara cuando estamos en el empleo que cuando somos amigos, ni cuando
somos hijos, ni cuando somos padres o amantes o esposos, etc. Somos siempre
alguien diferente. No es algo consciente, sino que inconscientemente las
diferentes máscaras van configurando y estructurando nuestra personalidad y probablemente vayamos siendo una persona distinta ante una experiencia nueva
para adaptarnos y ser aceptados por el entorno. La idea de la clínica junguiana
es intentar ser solo una persona, lograr utilizar una sola máscara, ser Yo
Mismo en toda circunstancia y en cualquier lugar. Específicamente, en
la terapia de duelo trabajar con las máscaras caídas ante lo acontecido es fundamental para que las tareas puedan cumplimentarse y que el proceso sea satisfactorio.