El Mito y su función en la psicología analítica

     

     En el recorrido de la individuación, el mito cobra una importancia fundamental, de hecho la energía mitológica participa, sin que se la pueda evitar, de todo lo que compone la praxis específicamente humana, engendrando siempre el deseo de apresar el contenido de la consciencia mítica con palabras que pudieran manipularse tan libremente como el acervo lingüístico habitual que organiza nuestra experiencia.
El concepto “mito” se utiliza hoy en muchos sentidos, dándole diversas connotaciones por demás vagas. Mito proviene del término mithos, un vocablo sin equivalente exacto en otras lenguas antiguas y que luego los latinos mal tradujeron con la palabra fábula. García Gual (1998) erudito mitólogo y traductor de las obras de Homero, entre otros, para la colección Gredos, traduce el término como “palabra, discurso, relato, narración” con un sentido amplio que se concreta según el uso en un contexto determinado. A partir de la época sofística (siglo V a.C) el mito pasó a designar el relato popular en contraposición del logos. Se suele afirmar que el progreso de Grecia se dio a partir del paso del mito al logos. Ante esto, García Gual (1998) se pregunta ¿Por qué Platón, un filósofo posterior a la época sofista, recurre a los mitos para sustentar su teoría filosófica?. ¿Por qué un racionalista y poseedor del logos convoca a los mitos? García Gual no encuentra respuesta, pero Platón es un claro ejemplo de cómo los dos tipos de pensamiento conviven en el ser humano hasta nuestros días. Vale pensar que Descartes dudo de todo, excepto de Dios.
Mircea Eliade (2000) intenta una definición de mito diciendo que es difícil dar una que sea aceptada por todos los eruditos

Personalmente, la definición que me parece menos imperfecta por ser la más amplia es la siguiente: el mito cuenta una historia sagrada, relata un acontecimiento que ha tenido lugar en el tiempo primordial, el tiempo fabuloso de los comienzos. Dicho de otro modo, el mito cuanta como gracias a las hazañas de los seres sobrenaturales, una realidad ha venido a la existencia, sea esta realidad total como el Cosmos, o solamente un fragmento como por ejemplo, una isla, una especie vegetal, un comportamiento humano, una institución. El mito no habla sino de lo que ha sucedido realmente, de lo que se ha manifestado plenamente. (p. 17)

El mito no es verdadero ni es falso, no debe analizarse desde ese punto de vista porque se estaría frente a una falacia. El mito es funcional o no lo es. El mito es actual o ha caído en desuso. Armstrong (2005) dice “Por lo tanto, el mito es cierto porque es eficaz, no porque proporcione una información objetiva” (p. 19). En primera instancia, el mito ayuda al ser humano a entender y a relacionarse con el mundo y, en segunda instancia, que en este caso es aún más importante, le da pautas en su proceso de individuación, es decir, permite al hombre crecer, vivir y a sobrellevar la muerte.
Rollo May (1992) define al mito como “Un mito es una forma de dar sentido a un mundo que no lo tiene. Los mitos son patrones narrativos que dan significado a nuestra existencia” (p. 17). Y plantea que los mitos añaden una dimensión existencial a los cuentos de hadas, es decir, los mitos nos enseñan a enfrentarnos a nuestro destino, a nuestra muerte, como así también a nuestros amores y alegrías.
Joseph Campbell (2014) encuentra en los mitos cuatro funciones. La primera consiste en que el mito reconcilia a la consciencia con los requisitos de su propia existencia, con su propia naturaleza. Él se refiere precisamente al hecho de preparar a la consciencia ante el horror de la vida. Y de acá se desprende una de sus definiciones del mito “…es un conjunto de imágenes que proporcionan a la consciencia un atisbo del significado de la existencia“ (p. 45). La segunda de las funciones del mito es la cosmológica, que consiste en dar al ser humano una imagen del cosmos. Imagen que de tranquilidad y que poca importancia tiene si es real o no. Nietzsche decía que lo peor que le podemos ofrecer a un hombre de fe es la verdad. Como tercera función del mito, Campbell, plantea que consiste en mantener y validar un cierto sistema sociológico, un sistema de correctos e incorrectos, lo que está bien y lo que está mal. Por ejemplo, en la tradición judía, el mito de las tablas que Dios le otorga a Moisés en el monte Sinaí con los diez mandamientos. Este mito, no solo funda la sociedad judía como tal, sino que le otorga la ley que le proporcionará su ordenamiento social. Meletinski (2001) subraya que “Los mitos y los ritos se desarrollan en la psiquis individual del hombre ante todo para insertar al individuo a la colectividad y transformar su energía psíquica en un preciso beneficio social” (p. 163).  La cuarta función es la pedagógica, el mito nos da pautas, ejemplos de cómo tenemos que vivir. Campbell dice que en el mundo actual, tanto la segunda como la tercera función han caído en desgracia, han sido secularizadas. Pero tanto la primera como la cuarta siguen desempeñando las mismas funciones que en la antigüedad.
El mito funciona de tal modo que el comportamiento individual y social del hombre y su concepción del mundo se sostienen de forma recíproca en el ámbito de un mismo sistema. La forma práctica de sostener la vigencia del mito es el rito. Con la sistematización del ritual, sea individual o colectivo, tal el caso de las religiones, el mito se mantiene vivo.
El mito no solo ayuda a las personas a dar sentido a sus vidas, sino que también revela aspectos de la mente humana que de otro modo serían inaccesibles. Esos monstruos, dioses y héroes que encierran los mitos antiguos dentro de sus laberintos, sacan a la luz el misterioso funcionamiento de la psique y enseñan a cómo enfrentarse a los instantes de crisis. Hoy la sociedad moderna se sumerge en un paulatino abandono de los antiguos mitos, la ciencia los destruye día a día, sin embargo, estos siguen vigentes en el inconsciente colectivo y la humanidad continuamente revisa la mitología conscientemente adaptándola para que hable de su propia y actual realidad. Aquellos mitos antiguos de civilizaciones muy distantes a la nuestra, siguen hablando de los mismos miedos y deseos esenciales que tiene el hombre moderno.
Para el estructuralismo de Levi-Strauss (1987) una mitología no es simplemente el conjunto de mitos de una civilización. Tales mitos constituyen normalmente un sistema dentro del cual hay que encajar cada uno como una pieza del total. Los mitos se definirían así no con un valor independiente, sino en relación con los demás. Pues esto mismo es lo que planteaba Jung algunos años antes en un contexto diferente. Los mitos conforman los arquetipos que a su vez conforman el inconsciente colectivo. Se los reconoce por su proyección y ellos están relacionados unos con otros aunque, como núcleos de los complejos, tienen cierta autonomía. Para trabajar clínicamente el proceso de individuación es necesario trabajarlos uno a uno, pero en conjunto.

     Para Jung, el mito funciona y tiene los mismos mecanismos que el sueño y sostiene que en la actualidad se sigue soñando mitológicamente, solo que se le da una forma moderna, es decir, la estructura que necesita el sujeto para conseguir la respuesta que está buscando. Campbell (1994) posicionándose dentro de este lineamiento intelectual, sostiene que:

     El mito es onírico y, al igual que ocurre con el sueño, es un producto espontáneo del psiquismo, es un producto que lo revela y también revela, en consecuencia, la naturaleza y el destino del ser humano, resulta incomprensible, como sucede con la vida, para el ego no iniciado y cumple con la función de proteger al ego. (p. 60). 

El mito está emparentado con las producciones inconscientes. Es decir, el mito, es un material clínico fundamental porque contiene material inconsciente poco alterado por una manipulación artística consciente. Es por esto que Jung plantea que el adulto, en procesos de gran dificultad para afrontar la realidad y en una postura claramente introvertida, encuentra en el proceso regresivo de la energía psíquica, primero reminiscencias infantiles del pasado individual y, al intensificarse este malestar y por ende profundizarse la regresión, aparecen, dice Jung (1982) “[…] huellas primeramente vagas y aisladas, pero pronto cada vez más nítidas y numerosas de un estado espiritual arcaico” (p. 55). Para la psicología analítica, la fantasía está subordinada a los mitos y funcionaría a manera de compensación. Para Jung las fantasías del hombre moderno no son en el fondo más que reediciones de antiguos mitos.  En tanto a aquellos mitos que se repiten en la historia de la humanidad por constituir los arquetipos del inconsciente colectivo, Jung (1982) plantea que:

En general cabe aplicar a la tradición mitológica la siguiente regla: no se propagan mitos de cualesquiera acontecimientos pasados, sino que solo aquellos que expresan un pensamiento de la humanidad, pensamiento general y que siempre vuelve a remozarse […] por lo tanto, tiene que haber mitos típicos, verdaderos que sirvan a los pueblos para elaborar sus complejos psicológicos. (p. 56-57).

El segundo punto a tratar sobre la importancia del mito es directamente proporcional a la terapia misma. Según Eliade (1999), la terapia analítica funciona de la misma manera que los mitos de origen. Se ha demostrado que numerosos pueblos primitivos, pasando por civilizaciones desarrolladas como la mesopotámica, utilizaban los mitos cosmogónicos como medio terapéutico. El recitado ritual por parte del chamán de un mito de origen llevaba al enfermo a hacer un regreso espiritual hasta el punto donde todo comenzó y a hacerse contemporáneo de la creación.  A partir de este hecho se revive la plenitud inicial. Mircea Eliade (1999) dice que “La perfección siempre se encuentra en el origen” (p. 43). El enfermo, al recordar uno tras otro los episodios del mito, comienza a sentirse pleno al lograr proyectarse ahí donde todo era placentero. Las enseñanzas de Buda, según Eliade (1999), remiten a lo mismo “La curación radical del sufrimiento existencial se obtiene al recorrer el camino en sentido inverso, hasta el tiempo inicial, lo que implica la abolición del tiempo profano” (p. 51). Nada de esto es ajeno a la teoría junguiana, ya que el inconsciente colectivo es una estructura psíquica que precede a la psique individual y esas estructuras que lo conforman, los arquetipos, que a su vez contienen los mitos de la humanidad, no pueden ser olvidadas porque no son parte del inconsciente individual y, por lo tanto, no participan del tiempo histórico del sujeto. Son los arquetipos donde el analista se remite para trabajar en la clínica el tiempo original en su expresión total y abarcadora, de manera similar que lo hacían los antiguos chamanes. “Así y todo, el retorno individual al origen, se concibe como una posibilidad de renovar y de regenerar la existencia del que lo hace” (Eliade, 2000, p. 54).
El tercer punto es el más importante para la clínica analítica y es la utilización sistemática de la mitología en la búsqueda de la interpretación del relato del sujeto enfermo. a través del método de la amplificación
Hillman (2000) sostiene que:

El método de la amplificación es bastante similar al método de las ciencias humanísticas y de las artes. Se amplifica exhaustivamente un problema dándole vueltas y más vueltas vigilantemente en torno suyo. Permiten que se revelen diferentes niveles de sentido de los problemas abordados; y se corresponde con el modo en que el alma misma expone sus demandas, ese continuo retornar a los complejos básicos para elaborar una nueva variación y provocar su acogida en la consciencia. (p. 347)

Hurgar en los mitos, amplificarlos hasta que no queden posibilidades conocidas y encontrar coincidencias entre el símbolo que afloro en el discurso del sujeto y estos, posibilita al terapeuta ofrecer una interpretación justa que ponga luz a ese símbolo dando el sentido apropiado. De ahí que Jung denomina al símbolo como mediador, porque es el lugar donde se unen lo consciente con lo inconsciente. En calidad de imagen que todavía no se ha vuelto racional y como manifestación del fondo anímico primitivo, el símbolo es a la vez inconsciente y consciente. La función simbólica es de gran importancia para el proceso de curación y por ende en el de individuación.
El símbolo era, por así decir, el camino intermedio en el que se unían las contradicciones para un nuevo movimiento. Según Frey- Rhon (1991)

En la medida en que la vida vivida y al mismo tiempo conocida exigía una nueva conciliación de los contrarios, un nuevo puente que salvara las diferencias entre las fuerzas del instinto y las del espíritu, al símbolo unificador le tocaba desempeñar nada menos que una función creadora que condujera al hombre a su verdad psicológica más profunda. (p. 261)

El símbolo que supone un más allá de la contradicción entre lo racional y lo irracional tiene la función sintetizadora y es por esta razón el misterio de la transformación personal. A partir de su interpretación se logra dar un paso hacia la curación e individuación. Dentro de esta estructura, el mito cumple la función de base para el estudio de los símbolos. 

Bibliografía

Armstrong, K. (2005) Breve Historia del Mito, España, Editorial Salamandra
Eliade, M. (1999) Mitos, Sueños y Misterios, España, Editorial Kairos
......……... (2000) Aspectos del Mito, España, Editorial Paidós
Campbell, J. (1994) El Vuelo del Ganso Salvaje, Madrid, Editorial Kairos
....................   (2014) Los Mitos: Su Impacto en el Mundo Actual, España, Editorial Kairos
Frey-Rohn, L. (1991). De Freud a Jung. México. Editorial Fondo de Cultura Económica
Hillman, J. (2000) El Mito Del Análisis: Tres Ensayos de Psicología Arquetípica. España. Editorial Siruela
Jung, C. G. (1982) Símbolos de transformación. España. Editorial Paidós
Levi-Strauss, C. (1987) Mito y Significado. España, Editorial Alianza
May, R. (1991) La Necesidad del Mito, España, Editorial Paidós
Meletinski, E. M. (2001) El Mito, España. Editorial Akal