Los cuentos de hadas existen por milenios protegidos por la tradición oral antes de ser recopilados en su forma escrita y, sin embargo, en las diversas culturas y épocas coinciden en rasgos y temáticas similares.
Según el padre Schmidt en su extenso ensayo El origen de la idea de Dios (1955), algunos de los temas fundamentales de los cuentos de hadas se remontan hasta 25.000 años a.C prácticamente sin alteraciones en su estructura central. En papiros egipcios se han descubierto los más antiguos cuentos de hadas conocidos hasta ahora en su forma escrita, como por ejemplo “El cuento de los dos hermanos” que data de unos 3000 años a.C y que es similar a los cuentos del estilo de los dos hermanos en sus diferentes variantes que se reconocen en Europa por la misma época en su forma oral. Platón (1998) en sus escritos se refiere a que las ancianas contaban historias simbólicas a los niños, apoyando la teoría de que ya en aquella época los cuentos de hadas formaban parte de la educación de los niños.
En el siglo XVIII comenzó el interés por el análisis de los cuentos de hadas con Winckelmann, Haman y Herder. Herder planteó que los cuentos contendrían los restos de una fe largo tiempo sepultada, expresada en símbolos. En este contexto vio a luz un interés más histórico y más científico y se intentó responder la cuestión de saber por qué se encontraban tantos temas recurrentes en sus argumentos, todavía no se conocía la existencia del inconsciente colectivo, aunque Adolf Bastian en 1868 formuló la teoría en la cual todos los temas mitológicos fundamentales serían los pensamientos elementales de la humanidad.
Ludwing Laistner en 1889 planteo que los temas centrales de los cuentos de hadas derivan de los sueños, esencialmente de las pesadillas. Su hipótesis era demostrar la relación entre los sueños repetitivos y los motivos folklóricos.
La aparición de la escuela finlandesa dirigida por Kaarle Krohm y Antti Aarne dio un vuelco a la manera de ver los cuentos de hadas. Ellos propusieron que no se podía descubrir el origen en un único país, formulando la hipótesis de que los diferentes temas podían provenir de diversos países. Así recopilaron cuentos de hadas del mismo tipo con la idea de que la versión más completa debía ser la original de la que derivan todas las demás e hicieron la primera ordenación de este tipo de relatos en 1910. Luego esta labor se vio ampliada por S. Thompson en 1928, de ahí que el índice de tipos de cuentos populares lleve el nombre de Arerne-Thompson y estén ordenados del 1 al 2499. Los cuentos de hadas corresponden a los números que van desde el 300 al 749.
Max Muller (1983), por lo pronto, intentó en la misma época explicar los cuentos de hadas como una máscara de los fenómenos naturales, siendo congruente esta hipótesis y corriendo paralela con sus estudios y teoría sobre el mito. Taylor en su libro Cultura Primitiva (1977) desarrolló apoyándose en el animismo, la teoría de que los cuentos derivan de los ritos. Observando que no había que considerarlos como residuos de creencias olvidadas, sino como antiguos rituales. Cuando un rito muere, su esencia sobrevive en el cuento de hadas. Se pueden constatar pocos ejemplos de esta teoría, y algunos de ellos se pueden observar en las historias de Alce Negro (2016) donde a partir de una experiencia arquetípica individual, de un impacto muy potente, se produce la necesidad de la transmisión en lugar de guardarla para sí.
El folklorista soviético Propp (1998) recogió y desarrolló la hipótesis ritualista del francés Saintyves (1923) y sostuvo que los cuentos populares tienen el recuerdo de los ritos de iniciación totémicos. Es decir, se relacionan con los ciclos de iniciación y de muerte-resurrección de los pueblos cazadores. Para él, todas las funciones de los cuentos de hadas podrían entrar en un solo cuento. Las funciones de los personajes son las constantes de estos cuentos y el número de ellas serían treinta y uno. Mircea Eliade (2000) apoyándose en Propp sostiene que:
El cuento repite, en otro plano y con otros medios, el escenario iniciático ejemplar. El cuento recoge y prolonga la iniciación al nivel de lo imaginario. Si constituye una diversión o una evasión, es únicamente para la consciencia banalizada y, especialmente, para la consciencia del hombre moderno; en la psique profunda los escenarios iniciáticos conservan su importancia y continúan transmitiendo su mensaje operando mutaciones. (p. 171-172)
El cuento de hadas desempeñaría, según Eliade, el papel de reactualizar, a nivel de lo imaginario y de lo onírico, las pruebas iniciáticas.
E. Schweizer citado por Von Franz (1970) demostró que el mito de Heracles en sus tres categorías, el ciclo de los 12 trabajos, las hazañas independientes del ciclo precedente y el de las aventuras secundarias, está constituido por un conjunto de historias separadas que remiten todas ellas a cuentos de hadas. Él sostiene que el mito comienza con un cuento de hadas que se va convirtiendo en una estructura más elevada. Al contrario, existen numerosas teorías que sostienen, incluso la de Von Franz (1970), que los cuentos de hadas no serían otra cosa que mitos caídos como consecuencia de religiones agotadas que encuentran en esta forma literaria la forma de sobrevivir.
Kirk (1971) inspirándose en las crónicas policiales de E. W Count, hace un curioso comentario infiriendo que la diferencia entre el mito y el cuento de hadas es producto de las clases sociales y de la falsa intelectualidad y del esnobismo de los antropólogos y folkloristas. Porque mientras que la antigua aristocracia griega hablaba sobre mitos, según ellos, la decadente cultura rural europea del siglo XVII contaba cuentos de hadas. Sostiene Kirk que es considerablemente complicado la separación de ambos, puesto que la diferencia real es que el mito habla sobre los dioses, pero también asegura que hay mitos que no hablan sobre los dioses y están aceptados como mitos y hay cuentos de hadas que hablan sobre los dioses y no por eso dejan de ser cuentos de hadas. Kirk (1974) refiriéndose al destino de los cuentos de hadas dice:
Estos cuentos están destinados al pueblo, al hombre corriente, y se tiende a conservar su carácter general y universal. Cierta ingenuidad y el éxito inesperado son características que proporcionan diversión y despiertan el interés de las vidas ordinarias y por eso se aplican a personas ideales que actúan en ámbitos ideales, simplemente porque nada parecido ocurre en la vida cotidiana. (p. 29)
La postura de Malinowski (1958) es similar a la de Kirk cuando afirma tras sus estudios con los nativos del archipiélago de Trobriand que los cuentos populares se relatan como entretenimiento y los mitos son narrados en ocasión de ceremoniales.
Las diferencias con el mito, más allá del elemento sagrado que en el mito es su columna vertebral, tienen que ver con el hecho de que en el mito se lleva al personaje protagónico a través del relato al punto mítico y servil para la humanidad. Si tomamos como ejemplo a Heracles, Perseo o Belerofonte a Ulises, Héctor o a Teseo, en esencia son hombres, pero hombres que deben existir y tienen la obligación de perdurar, puesto que tienen nombre, personalidad, madre, padre, tíos, abuelos y sus relaciones familiares se hacen constar específicamente. En cambio, ¿quién es Caperucita Roja o Cenicienta o el enano saltarín o el príncipe encantador? El acto del héroe mítico es siempre heroico, porque sí, el honor está por sobre todo y nada es fortuito, el héroe del mundo de las hadas va a descubrir el tesoro que provea fortuna y salvación, e invariablemente va a hacer trampas para conseguir a la princesa. Esta trampa produce una identificación por parte del oyente, al contrario de la idealización que produce el héroe mítico. Perseo recibe ayuda y el acompañamiento de Atenea y de Hermes para vencer a Medusa, pero es él quien la vence, en cambio, el príncipe enamorado en el cuento de los Grimm necesita de los 6 servidores mágicos para superar las pruebas que le impone la reina para casarse con la princesa. Sabemos que los dos trabajos de Heracles quedan inválidos y debe hacer dos más de los diez que inicialmente le ordenara Euristeo porque recibió ayuda de Yolao en uno y en la limpieza de los establos recibió un beneficio extra por parte del dueño. Acá se constata lo que postula Kirk (1971), el aristócrata griego necesitaba el honor y no el dinero, en cambio, el habitante rural del medioevo necesitaba lo material y pensaba en la buena suerte como salvación a todos sus males.
Aunque podemos observar que el origen es difuso, si se puede afirmar con total exactitud que el cuento de hadas ha mutado con el tiempo y se ha ido reactualizando, hay un antes y un después a partir de la publicación de los cuentos de los hermanos Grimm y su reelaboración de los finales trágicos, algo que resultó deshonesto a muchos folkloristas.
La excepción necesaria a este postulado es Hans Christian Andersen cuyas temáticas cristianas y finales trágicos lo acompañaron toda la vida. El gran éxito de la edición de los Grimm produjo un virus de recopilaciones de cuentos hadas en cada país de Europa. Los cuentos comenzaron sistemáticamente a tener finales felices, a ser menos crueles, menos violentos, y de esa manera se fueron alejando de la realidad cotidiana del ser humano. Algunos historiadores, educadores y psicólogos estudiosos del tema aluden a que los cuentos de hadas antes de los Grimm eran destinados en forma primaria a los adultos y solo secundariamente eran contados a los niños. Esto es fácilmente refutable sin irse muy lejos en la historia, analizando el material al que accedían los niños décadas atrás y que hoy les está vedado por obsceno y violento. Resultaría impensable poner a un niño de 3 años educado con los dibujos animados de Pocoyo y Los Backyardigans a mirar la violencia desmedida y sin sentido del Coyote y el Correcaminos, o aún más cerca en el tiempo, programas infantiles que parecían arte naif hace pocos años, tal el caso del exitoso y longevo El Chavo del 8 (1972-1984) hoy resultan rechazables para los estándares éticos y morales del siglo XXI. A saber, el argumento de El Chavo del 8 se centra en un niño huérfano que vive dentro de un barril en el palier de un conglomerado de departamentos ante la cómplice y naturalizada mirada de los vecinos. Los adultos le niegan comida, lo castigan constantemente proporcionándole bofetadas y golpes en la cabeza, menospreciándolo y subestimándolo. Aries y Duby (2001) sobre la vida de los niños en la época medieval dicen que en un mundo donde no existía la inocencia infantil ni eran portadores de ningún derecho, el niño estaba inmerso en la comunidad tanto laboral como sexual y como parte de esta comunidad, escuchaban junto a los adultos las historias que contaban bardos, titiriteros, juglares y trovadores. Es decir, los mismos cuentos de hadas estaban destinados tanto a los adultos como a ellos y a medida en que el mundo fue cambiando, poco a poco, los cuentos de hadas se fueron adaptando al nuevo psiquismo involucionado de los niños. Tolkien (2008) sobre este tema cuenta una experiencia personal:
[…] conmigo continúa desde la niñez la belleza y el horror de El arbusto de enebro (Von dem Machandelbloom), con su comienzo exquisito y trágico, el abominable guisote caníbal, los horribles huesos, el brillante y vengativo espíritu del pájaro que sale de una niebla que se ha alzado desde el arbusto; y con todo, el aroma de ese cuento que más particularmente se ha demorado en mis recuerdos no es la belleza ni el horror, sino la distancia y un abismo enorme de tiempo. Sin el guisote y los huesos (que demasiado a menudo se les ahorra ahora a los niños en las versiones dulcificadas de los Grimm) esa visión habría quedado en gran parte perdida. No creo que yo sufriera ningún daño por el horror que había en el ambiente de aquel cuento de hadas, cualesquiera que fuesen las oscuras creencias y prácticas del pasado de las que pudiera proceder. Tales historias producen ahora un efecto mítico o total (imposible de analizar), un efecto independiente por completo de los hallazgos del folklore comparado, y que este no la puede ni explicar ni desvirtuar. (p. 100)
Bibliografía
Aries, P. y Duby G. (2001) Historia de la vida privada. Tomo 2. Madrid. Editorial Taurus
Eliade, M. (2000) Aspectos del Mito, España, Editorial Paidós
Kirk, G. S. (1971) El Mito, España, Editorial Six Barral
Malinowski, B. (1958) Estudios sobre psicología primitiva. Buenos Aires. Editorial Paidos
Muller, M. (1983) Mitología Comparada, España, Editorial Visión Libros
Platón (1998) Mitos. Introducción de Carlos García Gual. Madrid. Editorial Siruela
Taylor, B. (1977) Cultura primitiva. México. Editorial Ayuso
Tolkien J. R. R. (2008) Los Monstruos, los críticos y otros ensayos. Buenos Aires. Editorial Minotauro.