Definiendo a la angustia
La angustia se manifiesta siempre como una perturbación que afecta al sujeto en su totalidad. El Yo asume un peligro y se siente impotente ante una amenaza que lo aplasta y que no llega a distinguir de qué se trata. Tal estado de desequilibrio, que según Carl Jung se produce porque no se ha logrado una síntesis entre las tendencias contrapuestas de lo inconsciente y lo consciente, origina una serie de desórdenes que trastornan la estructura de la personalidad dando lugar a un abanico de síntomas somáticos como por ejemplo: cardíacos, respiratorios, tensiones musculares, palidez, llanto, trastornos en la piel, sudor excesivo, sequedad bucal, aceleración o disminución del pulso, dolor y opresión en el tórax, sensación de asfixia, mareos, dolores abdominales, malestares intestinales entre otros que se “asientan” en el cuerpo según una serie de disposiciones propias a partir de lo que podría denominarse “el talón de Aquiles” de cada personalidad.
Algunos autores no distinguen a la ansiedad de la angustia y hay otros que denominan a la angustia la parte somática y a la ansiedad la parte psíquica de una misma patología; sin embargo, la observación clínica pone en evidencia conceptos diferentes dirigidos hacia un mismo fin. El sujeto angustiado se recluye en un estado regresivo, aferrándose a los momentos felices de su pasado como mecanismo de defensa y sostén del Yo con una tendencia a revisionar las decisiones escogidas en la vida. Sartre pensaba que el sujeto se podía angustiar por fenómenos imaginarios, como así también por acontecimientos pasados que por alguna razón se actualizan. El sujeto ansioso, en cambio, se proyecta hacia el futuro, intentando desesperadamente que llegue una solución que no llega, tiñendo cada instante de una inminente sensación de catástrofe a la que se ha anticipado y que es circunstancialmente tangencial a lo real. Tanto el sujeto angustiado como el ansioso evitan el presente, ambos se preparan para la huida frente a un peligro que no es demasiado claro, que es difuso y sin dudas es de índole endógena. Ese peligro que se esparce sobre la personalidad está estrechamente vinculado con el miedo, pero el miedo, aunque su sintomatología somática, resulte “casi” similar al de la angustia y prepare también al sujeto para la huida (entre otras posibles reacciones), tiene una estructura diferente. El miedo se distingue de la angustia por las reacciones de defensa y la forma expresiva del cuerpo. El sujeto dominado por el miedo tiene reacciones de defensa eficaces y su expresión es acorde a la defensa psíquica. El sujeto angustiado, por lo contrario, es presa de un accionar insensato, su forma expresiva es rígida y desfigurada, está aislado y ese aislamiento hace que el mundo aparezca totalmente cambiado sin permitirle reaccionar adecuadamente ni eficazmente. Se puede tranquilizar a un sujeto temeroso, demostrándole que la situación del mundo exterior no ofrece peligro o dándole los medios para superarlo, algo imposible en un hombre angustiado. Sintetizando, el miedo se produce ante el peligro de un objeto real, en la angustia no existe un objeto concreto, el sujeto simplemente Es angustia.
Puede haber miedo sin angustia, pero ¿puede haber angustia sin miedo?
La angustia existencial y su relación con la muerte
Kierkegaard sostenía que la angustia se originaba en la interacción del hombre con el mundo. El hombre es inevitablemente libre y está condenado a elegir constantemente. La libertad da opciones A o B o C o… y no importa cuál se elija, más temprano o más tarde esa elección va a ser cuestionada causando angustia y desesperación. Una angustia por lo que no se eligió teniendo en cuenta que no elegir es también una elección.
¿Y si elegía lo otro? ¿Qué hubiese sido de mi vida de haber elegido lo que no elegí?
¿Hay un instante en el que el hombre mira hacia atrás y como Paul Anka escribe “My way” con la absoluta certeza (no convicción, sino sentidamente) de que las elecciones tomadas han sido las correctas?
Robert Frost en la última estrofa de su famoso poema “El camino no elegido” parece dar la respuesta:
“Dos caminos se bifurcaban en un bosque y yo,
yo tomé el menos transitado,
y eso hizo toda la diferencia”
Pero la angustia existencial abarca estratos aún más profundos del psiquismo que el poner en tela de juicio las elecciones del pasado. Hay una angustia prístina que inocula malestar durante toda la existencia del ser humano. Kierkegaard piensa esa angustia como consecuencia de reconocerse finito frente a Dios, una angustia que va más allá del miedo a la muerte, una angustia que define y estructura la subjetividad del ser humano, avisando del peligro de absolutizar el “Si Mismo” frente a lo inminentemente real del presentimiento de la Nada.
¿Dios es la causa de la angustia o la causa de la angustia es la idea de la muerte?
¿Dios es la causa de la angustia o la causa de la angustia es la idea de la muerte?
Almafuerte sentencia que hasta los incurables tienen cura cinco minutos antes de la muerte. ¿La angustia es inevitable y solo la muerte pacifica, purificando y liberando?, Epicuro nos dijo que no contemos con la muerte, porque cuando estamos, ella no está y cuando ella está nosotros ya no estamos.
Ludwig Klages plantea que el hombre muere porque a cada instante de su vida está atormentado por la evidencia inexorable de su fin. Los demás seres vivos simplemente dejan de vivir porque desconocen la temporalidad, el paso del tiempo, el oscilar entre pasado y futuro. El hombre, sin embargo, lleva la cuenta del tiempo porque en ese tiempo está enraizada su existencia. El animal también sufre miedo ante la muerte, ante el peligro de la muerte, pero cuando ese peligro desaparece también desaparece el miedo a la muerte porque el miedo a la muerte es el miedo a la “idea de la muerte” y eso es algo propio del ser humano.
Entonces… ¿Hay un territorio libre de angustia? ¿Hay un momento en el que la muerte ya no produce angustia?
¿La angustia es ante la muerte o es ante una muerte prematura donde quedan tareas inconclusas? Criar hijos, terminar de pagar deudas, triunfar en la profesión, conocer a los nietos, viajar por el mundo, plantar un árbol, escribir un libro, cortarse el pelo, lavarse los dientes, etc.
Entonces… Puede haber miedo sin angustia, pero ¿puede haber angustia sin miedo?
La angustia se manifiesta a través del miedo, miedo a las arañas, a los aviones, a la gente, al mar, a los autos, a que las arañas me piquen y me muera, a que los aviones se caigan y me muera, a que la gente me ataque y me muera, a zambullirme en el mar y no poder salir y me muera a que un auto me atropelle y me muera. No importa el nombre del miedo, siempre es miedo a la muerte y ahí la angustia.
Raymond Carver lo describía de esta manera en su poema “Miedo”.
“Miedo de ver una patrulla policial detenerse frente a la casa.
Miedo de quedarme dormido durante la noche.
Miedo de no poder dormir.
Miedo de que el pasado regrese.
Miedo de que el presente tome vuelo.
Miedo del teléfono que suena en el silencio de la noche muerta.
Miedo a las tormentas eléctricas.
Miedo de la mujer de servicio que tiene una cicatriz en la mejilla.
Miedo a los perros aunque me digan que no muerden.
¡Miedo a la ansiedad!
Miedo a tener que identificar el cuerpo de un amigo muerto.
Miedo de quedarme sin dinero.
Miedo de tener mucho, aunque sea difícil de creer.
Miedo a los perfiles psicológicos.
Miedo a llegar tarde y de llegar antes que cualquiera.
Miedo a ver la escritura de mis hijos en la cubierta de un sobre.
Miedo a verlos morir antes que yo, y me sienta culpable.
Miedo a tener que vivir con mi madre durante su vejez, y la mía.
Miedo a la confusión.
Miedo a que ese día termine con una nota triste.
Miedo a despertarme y ver que te has ido.
Miedo a no amar y miedo a no amar demasiado.
Miedo a que lo que ame sea letal para aquellos que amo.
Miedo a la muerte.
Miedo a vivir demasiado tiempo.
Miedo a la muerte.
Ya dije eso”
Pascal pensó el tema argumentando que un Rey parecería ser el hombre más feliz del mundo, pero era mejor no dejarlo solo porque por ahí se ponía a pensar, de ahí la necesidad de rodearlo de bufones, y agregó “La condición del hombre, inconstancia, disgusto, inquietud”. Entonces, la respuesta para suprimir a la angustia y lograr que la felicidad no sea solo instantes, sino que sea un estado constante para Pascal sería no pensar. Rehusar a la propia presencia, ser gregario, nunca estar solo, buscarse infinidad de actividades para llegar a la noche y dormir para, en un ciclo mitológico de muerte-resurrección, despertarse para volver a cansarse y mantener ese ciclo hasta el fin de los días. Kierkegaard estaba más o menos de acuerdo con Pascal cuando formuló que la inocencia es igual a la ignorancia. Heidegger asegura que la angustia es lo que nos hace reconocernos como “ser en el mundo”. La angustia corroe directamente nuestro ego y nos recuerda que nada es eterno, definitivo ni absoluto. Cuando nos damos cuenta de que nada va a durar, que todo es ínfimo, el amor, el trabajo, la vida misma, adviene la angustia y todo tiene menos sentido. ¿En qué estás pensando? En nada. Y se resignifica Pascal.
(No pude sustentar mi hipótesis original de trabajo que consistía en probar que la angustia puede ser arquetípica, es decir, anterior a esa angustia de nacimiento que plantea Otto Rank, por lo tanto, solo me queda parafrasear a Descartes) Si uno piensa, existe, luego se angustia.
¿Cómo enfrentarse a ese miedo a la muerte, al malestar de la angustia existencial?
Las sirenas mitad pez, mitad mujer fueron actualizaciones mentales en la tardía edad media, en los tiempos mitológicos las sirenas eran aves con cabeza de mujer. Vivían en islas marítimas rocosas, volaban y si algo no cambió fue su canto (acción más acorde en las prístinas sirenas) que hechizaba enloqueciendo hasta la muerte a aquel que lo escuchara. Está escrito que tres hombres las sufrieron, Orfeo a bordo del Argos en la expedición de los Argonautas al escuchar la mortal melodía tomo su cítara y la hizo sonar tan fuerte y bellamente que neutralizó el canto;
Odiseo (Ulises) pidió a sus marinos que lo ataran al mástil del barco y aguanto paralizado el ataque; y Butes, otro de los Argonautas que en el mismo viaje que Orfeo, al escuchar el canto, se arrojó enloquecido por la borda. Tres formas de posicionarse frente al miedo: enfrentarlo, paralizarse o huir. Cualquiera de las tres respuestas puede ser correcta o incorrecta, como hemos visto, el tiempo subjetivo y la individualidad de cada uno las llevara a juicio llegado el momento.
La angustia es siempre angustia frente a la muerte. El conflicto se produce por la finitud desconocida por el inconsciente colectivo personal, donde se encuentra el arquetipo de Dios, que es atemporal e infinito y lo consciente tras el reconocimiento de la propia finitud. ¿Cómo hacer que el Yo acepte la temporalidad de la vida cuando los símbolos religiosos han caído y nos hemos convertido en los superhombres de Nietzsche? (muerto Dios) o dada la libertad, somos responsables de nuestra propia vida, y la fe es la única manera de superar la angustia. Lanzarnos al futuro no nos da ninguna solución, pero nos encamina a avanzar en ese sinsentido. Dar un “salto de fe” en cada decisión que tomemos en la vida es al fin de cuenta lo que propone Kierkegaard para paliar el malestar existencial. Dar un salto de Fe.
Bibliografía
- Baudrillard, Jean “La Transparencia del Mal”. Editorial Anagrama. 1991
- Boveri, Juan Sebastián “La Necesidad del Pensamiento Mágico” Tesis. 2017
- Heiddeger, Martin “El Ser y el Tiempo”. Editorial F.C.E. 1951
---------------------- “¿Qué es metafísica?”. Editorial Siglo Veinte. 2003
- Kierkegaard, Sören “El concepto de la Angustia”. Editorial Libertador. 2011
------------------------ “Tratado de la Desesperación” Editorial Quadrata. 2013
- Klages, Ludwig "La Ciencia del Carácter". Editorial Desclee, 1946
Pascal, Blaise “Pensamientos” Editorial Cátedra. 2008
- Ravagan, Luis María “El Origen de la Angustia”. Editorial Universitaria de Bs As. 1981
- Sartre, Jean Paul “Esbozo de una Teoría de las Emociones” U.N.C. 1959