Sobre Psicología Analítica: Un arte de Elizabeth Bishop (11.10.20)

"Gente como Uno, 1980" de Robert Redford ejemplifica un duelo patológico familiar a partir de la repentina muerte de uno de sus miembros. Cada uno de ellos cursa un proceso diferente que tiene que ver con sus respectivas personalidades y con su forma particular de apego. La ira, la culpa y la tristeza se cronifican y todos ellos recurren a conductas inadaptadas, interrumpiendo el proceso de individuación y quedando estancados en repeticiones estereotipadas que nunca van a conducir al proceso de sanación.

Un proceso de duelo bien resuelto, es decir, sin complicaciones, implica una reestructuración de la personalidad para poder continuar la vida aceptando lo inevitable de la perdida. El duelo se puede producir por una mudanza y el dejar atrás la casa que guardaba tantos recuerdos, por la pérdida de la juventud y de esa belleza que sostenía el ego, por una ruptura amorosa en la que se había apostado hasta la última moneda, por la pérdida de un empleo que definía la existencia, por la llegada de la esperada o no jubilación, por la muerte de alguien amado o por un sinfín de motivos que den significado a una pérdida. La vida misma es una sucesión interminable de pérdidas sostenidas endeblemente por algunos triunfos. Terminar un proceso de duelo no significa olvidar, no es de ninguna manera no pensar más en eso, significa justamente poder continuar a pesar de eso y además, volver a proyectar un futuro totalmente diferente, porque al salir del duelo seremos personas diferentes, resilientes, pero con memoria. Sabina lo dice de esta manera.