Los
celos y la envidia son dos sentimientos con estructuras diferentes que tienen en
su raíz un complejo de inferioridad como base de las vías de formación de sus síntomas.
Ambos se refieren a problemáticas en las relaciones personales, pero mientras
que la envidia es un fenómeno de dos, los celos se dan de a tres.
Un sujeto envidia lo que tiene el otro, lo que
representa el otro, lo que él cree que merecería tener y, sin embargo, no tiene y
por supuesto si tiene el otro, porque de aceptar que el otro merece lo que posee
no sería envidia sino admiración. En contraposición, los celos son el miedo a
perder algo que se tiene en manos de un tercero. Ese tercero es una amenaza a la
felicidad que se ha conseguido. Como se puede observar, la estructura de la
envidia es opuesta a la de los celos, en el primero no se tiene y en segundo se
tiene.
La
envidia no necesariamente es constitutiva de la sombra, es decir, no tiene
por qué ser algo reprochable, puede ser motor de superación si se trasforma en
sana competencia. Por ejemplo, el estudiante que al ver a su compañero recibir excelentes
calificaciones en los exámenes se esfuerza estudiando para poder estar a su
mismo nivel o incluso superarlo. Sin embargo, el cristianismo primitivo, de la
mano de Cipriano de Cartago (200-258 D.C), se encargó de defenestrarla, haciéndola ocupar un lugar entre los pecados capitales (por ese entonces eran
ocho y no siete), señalando que son capitales no por su inmensidad, sino por ser
el germen de todos los vicios. Su símbolo en todas las obras artísticas, desde
el Medioevo en adelante fue lógicamente la serpiente (Eva envidia a Dios por su
poder y desobedece la única prohibición establecida comiendo el fruto del árbol
de la sabiduría incitada por el primer envidioso, el Diablo, en esta ocasión
metamorfoseado en serpiente). A los pecados capitales se lo rastrea ya en la
mitología y filosofía griega, especialmente la “Ética a Nicómaco” de
Aristóteles y luego, en la “Philokalia” (S. IV D.C) obra magna recopilatorio de
todo misticismo antes conocido, se denomina “Lupé” a la tristeza por el
abatimiento del alma a causa de la buena fortuna del otro. El complejo de
inferioridad en la envidia decanta por su propia estructura. La comparación es
la brújula del ser humano e inevitablemente un psiquismo débil es propenso a elaborar
complejos de inferioridad frente a este mecanismo psíquico, espontáneo e
inconsciente. Sabemos que alguien es alto porque conocemos lo bajo, sabemos que
algo está lejos, porque conocemos lo cercano, que algo es rico porque conocemos
lo que no lo es, sabemos de lo bello por lo feo, de lo bueno por lo malo, de Dios
y del Diablo. Los opuestos se definen por su complementario. Comparar es algo
automático en el funcionar del psiquismo humano y es la vía de formación de los
síntomas de la envidia y de los celos, creando complejos de inferioridad.
Los
celos tienen una estructura laberíntica (no me refiero a una paranoia
celotípica al estilo del personaje de la película “Él, 1953” de Luis Buñuel sino
a los celos no patológicos). En la envidia el malestar existencial lo siente el
envidioso, el otro puede nunca enterarse del sentimiento que provoca, sin
embargo, en los celos ese malestar lo sienten dos, aunque de maneras muy distintas.
Uno siente angustia porque está convencido que va a ser engañado en cualquier
momento y el otro porque recaen las sospechas sobre él (sospechas infundadas
por supuesto porque de ser ciertas el problema de esa pareja sería otro y no
los celos del celoso). El sujeto se convence a sí mismo que un tercero es mejor
que él y, por lo tanto, su objeto de amor lo abandonará o engañará con ese tercero
(producto de la comparación). A diferencia de la envidia, donde el complejo es
estático y dirigido hacia un “otro” en particular, en los celos el complejo de
inferioridad tiene un núcleo que atrae todo tipo de asociaciones que no hacen
más que sustentar y ensanchar ese complejo. “Soy bajo, claro, como no le va a
gustar él sí es muy alto, es mucho mejor que yo”, “No tengo dinero, claro como
no le va a atraer él si tiene una casa extraordinaria, un auto último modelo y
el mejor traje con que uno pueda vestir”, “Claro como no le va a gustar mi jefe,
es quien me manda a mí, tiene mucho más poder que yo… con él estaría mejor que
conmigo” “Ella tiene un cuerpo increíble como no la va a mirar así…seguro me va
a engañar con ella”, etc. Este mecanismo, que ahora si es definitivamente consciente,
encapsula la relación de pareja de tal manera que todo lo cambia. La desgasta
hasta pulirla. Lo curioso es que los celos son el principio de una
concatenación de fenómenos que van a suceder y denigraran a la pareja hasta un
final anunciado. El celado, inevitablemente, perderá la inocencia (si alguna vez
la tuvo) y comenzará a escudarse en “mentiras piadosas” para calmar la angustia
del celoso que tarde o temprano decantaran en engaño o traición en un fenómeno que
desarrolló Paul Watzlawick (1921-2007), la profecía autocumplida.
¿Puede el futuro determinar el
presente?
La
linealidad del pensamiento “causal” sentencia que A es causa de B. A sería el
presente y B el futuro, por lo tanto, B nunca podría tener efectos sobre A. Watzlawick, sin embargo, plantea que no es siempre
así y que algo futuro puede producir efectos devastadores sobre el presente y
determinarlo. Pone como ejemplo el año 1979, donde un periódico de California
tituló en su primera página anunciando una posible falta de gasolina en el
estado. Al leer esto, los automovilistas atestaron las gasolineras y acabaron
con todo el combustible en un día, produciendo justamente una “profecía
autocumplida”. ¿Se hubiese acabado el combustible en California si los
automovilistas no acudían en masa a cargar sus tanques?. El pensamiento causal
falla. Este tipo de “profecía autocumplida” establece las condiciones para que
se dé el suceso esperado y en este sentido crea precisamente una realidad que
no se habría dado sin aquel. Un ejemplo que me gusta citar es la escena de “Matrix,
1999” donde la Pitonisa le dice a Neo que tenga cuidado con el jarrón. Sobresaltado
con la advertencia y en un instintivo movimiento corpóreo empuja el jarrón derribándolo
haciéndose añicos contra el suelo. ¿De no haberle advertido la Pitonisa se
hubiese roto el jarrón?. Los celos son profecías autocumplidas por varias
vertientes analizables 1) porque si se señala constante e insistentemente algo,
al otro le va a llamar la atención, el ser humano siente una atracción
irrefrenable por lo prohibido sin sentido, es necesario tener siempre presente la
desobediencia de Eva porque esta es justamente una de las funciones de los
mitos, ser guías de conducta en el camino del héroe 2) porque los celos
destruyen la confianza, no del que cela sino del otro que siente que no se
confía en él, en un principio intentará por todos los medios sostener esa
confianza, pero el tedio acabará con esos intentos e indefectiblemente con la
relación amorosa probablemente haciendo realidad aquello de lo que era acusado.
Tanto
la envidia no sana como los celos tienen en su raíz un complejo de inferioridad
con sus respectivos efectos colaterales, la baja autoestima y la inseguridad. La
admiración que es la contracara de la envidia, si es excesiva y dirigida hacia
alguien cercano de la pareja, podría presuponer las mismas consecuencias de “profecía
autocumplida” que los celos funcionando a la manera del trabajo de la fobia/contrafobia,
es decir, en cambio, de paralizarse frente al objeto, se lo ataca, pero este
tema merece un mayor análisis en otro trabajo.
Como
conclusión y trabajo en sesión es importante señalar un cliché “la confianza es
la base de toda relación”, el poder apoyarse en el otro, estar juntos a pesar
de los malos tiempos y estar juntos a pesar de los buenos tiempos. "Amar significa no tener que decir nunca lo siento" (Love Story, 1970) es decir, nunca hacer algo que
dañe a la persona amada y tener la urgencia de disculparse. No importa si el
daño es consciente o inconsciente, si uno piensa en cómo reaccionará el otro
con la propia acción, no hay culpa para el inconsciente. Es necesario confiar y
estar seguro de que se es suficiente y si a pesar de eso igualmente se es
traicionado (es una de las probabilidades) ese no era el lugar donde se debía
estar.
Andar
la vida convencido en ser peor que otros se me antoja vergonzoso, pero no se
preocupen, se trabaja en terapia y se supera, como casi todo.