Tengo
una sola edición de Tom Sawyer, el personaje literario por excelencia de mi infancia,
una de Oliver Twist, una de La cabaña del tío Tom, una de Moby Dick, una de Los
tres mosqueteros, en fin, una de cada uno de los libros que edificaron mi niñez,
sin embargo, tengo catorce ediciones diferentes de Huckleberry Finn y curiosamente
hasta ahora nunca me había resultado extraño.
Un
momento perfecto no puede ser buscado ni armado, aparece porque sí, porque
tiene ganas, porque simplemente un montón de sustantivos, adjetivo y verbos se
alinean y conspiran para que así sea. ¡Y cómo sobrevivir a eso! Mi amigo Pablo hace
demasiado tiempo venía sugiriéndome que mirara “Afer Life, 2019” la serie de Ricky
Gervais que al fin miré esta semana. Tony pasa sus días entre el alcohol, la
ira, el superpoder de la impunidad que le concede saberse muerto en vida y
mirar videos de momentos perfectos que vivió junto a Lisa. Transcurrieron tres
años desde la muerte de Lisa, Tony está mejor, incluso se convirtió en una especie de “Amelie, 2001” inglés, y aunque aprendió a vivir más allá de ella, decide
quedarse ahí. Ese es su tope, sabe con certeza que nada de lo que vendrá podrá
superar a su mujer riendo al ver un pancito con una cara dibujada. Algo que
Woody Allen ya había trabajado en la inolvidable escena de la langosta de
“Annie Hall, 1977”.
¿Por
qué olvidar un momento perfecto? A simple vista parecería un ejercicio psíquico, absurdamente ridículo. Pero como hemos podido analizar, este movimiento
funciona a la manera de un mecanismo defensivo para poder sobrellevar lo que
viene después, anulando la comparación con lo nuevo que nunca estaría a la
altura de aquel momento perfecto y de esa manera evitar la angustia provocada
por la decepción (esto se corrobora con los protagonistas del pancito con cara
y el de la langosta ante la necesidad de repetir aquel “momento perfecto”). Sin
embargo, incluso si el psiquismo ha permitido el olvido, el inconsciente
personal insiste e insiste y durante años intenta hacerme recordar (impulsándome
a comprar Huckleberry Finn una y otra vez) hasta que la consciencia acepta que
ya no puede hacerme daño recordarlo o simplemente reconoce que fue vencida por el
destino.
Que
sirva para su propio análisis…