El camino no elegido de Robert Frost (28.04.22)

    Uno de los temas recurrentes en mis sesiones son las elecciones, la irrefrenable ilusión de elegir como núcleo del Ser libre. Los análisis siempre decantan en la postura de Sartre y todo el existencialismo francés en tanto la imposibilidad de no elegir, puesto que no elegir también es una forma de elegir (frente al monstruo se puede huir, paralizarse o enfrentarlo, paralizarse y no hacer nada es una elección que se hace con tanto miedo como el que huye o el que se arroja al cuello del monstruo) y sobre la angustia existencial que va a decantar en el transcurso de la vida por haber elegido A y no B o C. Curiosamente la angustia se produce por lo que no se eligió, por lo que se dejó de lado. Generalmente en la crisis de la mediana edad, el ser humano se va a replantear si la elección tomada fue la acertada y que hubiese sido de su vida de haber elegido B, en cambio de A. El cine norteamericano ha trabajado el tema desde 1946 con “Qué bello es vivir” de Frank Capra y sistemáticamente, cada tanto, generalmente en las navidades, aparece un ángel guardián que le da un pantallazo a algún protagonista angustiado y desprevenido de como hubiese sido su vida de haber elegido el otro camino. ¡Qué simple sería la existencia con un Dios y su ejército de ángeles! En la vida real no hay pantallazos de ángeles guardianes, pero si la brillantez de Frost que aporta la solución perfecta para elegir el camino correcto.